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Sal a la calle, sonríe, como si nada te importase, camina por ahí como si todo fuera perfecto, que hablen de ti, que te claven la mirada, que susurren al pasar, que se pregunten por qué eres tan feliz, que se queden con la duda.

Gracias por estar ahí.

miércoles, 11 de enero de 2012

Invierno.

 
Poco a poco el frío, la lluvia y la humedad van cogiendo sitio. Las nubes llegan para hacer que el sol descanse. Los abrigos, las bufandas y los guantes van saliendo del fondo del armario para calentarnos en esas tardes de invierno en las que tienes que luchar para salir de casa, tardes en las que acabas haciendo cola para coger un sitio en cualquier churrería concurrida de Madrid mientras oyes los gritos y las quejas de gente que se ha colado y no ha esperado su turno. Narices y orejas que se sonrojan al haber sido sorprendidas por el frío. Cafeterías en las que pides un chocolate caliente únicamente para calentarte las manos. Luces que iluminan la ciudad, y sensaciones que hacen que creamos que podemos ser capaces de tener todo lo que deseamos.
El invierno; estación en la que se dan mas abrazos de lo normal, estación en la que irse a la cama y taparte con el edredón es el mejor momento del día, estación en la que tienes la oportunidad de volver a ser un niño, estación en la que disfrutas al ver como sale el bao de tu boca mientras cuentas historias que terminarán quedándose en el olvido pero que habrán entretenido toda una tarde. El olor a humedad, a césped recién mojado, a castañas recién hechas, a regalos nuevos, a felicidad. Olor a invierno.