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Sal a la calle, sonríe, como si nada te importase, camina por ahí como si todo fuera perfecto, que hablen de ti, que te claven la mirada, que susurren al pasar, que se pregunten por qué eres tan feliz, que se queden con la duda.

Gracias por estar ahí.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Comenzar.



Te quitabas los calzoncillos de la cintura, te arrancabas los tenis y tirabas a un rincón tus estrechos pantalones, vaqueros, me parece. Tenías la piel erizada y te reías. Estábamos tan próximos que no podíamos vernos, envueltos en el calor y el olor que hacíamos juntos. Me abría paso por tus caminos, mis manos en tu cintura encabritadas y las tuyas impacientes. Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus piernas invencibles, me decías mil veces "ven" con tus labios sobre los míos. En el instante final teníamos un atisbo de completa soledad, cada uno perdido en su quemante abismo, pero pronto resucitábamos desde el otro lado del fuego para descubrirnos abrazados en el desorden de los almohadones, bajo la pared blanca. Yo te apartaba el pelo para mirarte a los ojos. A veces te sentabas a mi lado, con las piernas recogidas y el silencio de la noche que apenas comenzaba. Y entonces sucedió, esa misma noche yo me enamoré de ti.